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Food on a table

Comer por estrés

Hambre y curación
4 de mayo de 2021
Comer por estrés, o comer por emociones, es un mecanismo de supervivencia increíblemente común. Y con todo el estrés y la incertidumbre del mundo actual, este tipo de patrones alimentarios están aumentando. El comportamiento de utilizar la comida más allá de nuestras necesidades nutricionales, como una forma de consuelo cuando nos sentimos incómodos, ansiosos o deprimidos, es tan increíblemente frecuente porque parece funcionar. Comer nuestros alimentos reconfortantes favoritos, ricos en grasas, carbohidratos y azúcares, tiene un efecto calmante inmediato.
 

Pero, a largo plazo, esta estrategia no contribuye a mitigar el estrés y, en última instancia, significa que son las emociones, y no el cuerpo, las que dictan la dieta. Hemos reunido algunas herramientas para ayudarte a afrontar los desencadenantes y los antojos de una forma más compasiva.

¿Cuáles son las causas?

 

Algunos consumidores emocionales recurren a la comida cuando están tristes, abrumados o confusos. En realidad, hay razones fisiológicas para recurrir a la comida cuando se necesita un estímulo. Comer (sobre todo alimentos refinados) provoca la liberación de dopamina, ‘la sustancia química del bienestar’. Es una recompensa inmediata, aunque no se sostenga, Sin embargo, el azúcar sigue teniendo un fuerte impacto en el cerebro, creando vías neuroquímicas que recuerdan la felicidad derivada de esa pinta de helado. Cuando más tarde experimentas una oleada de emociones, el cerebro recuerda que el azúcar te proporcionó una sensación de alivio y estimula el deseo de consumir esos mismos alimentos. Pero si comes tentempiés refinados y comida rápida todos los días, la estimulación constante es demasiado para tu cerebro y los receptores de dopamina disminuyen, en un intento de regulación a la baja. ¿Cuál es el resultado? Se necesita cada vez más comida para sentirse bien.

Para otros, comer puede ser una forma de evitar problemas o controlar el estrés. Este tipo de alimentación está impulsada por la liberación de cortisol en el organismo, que provoca la liberación de glucosa (un componente evolutivo de la respuesta de lucha o huida), ya que el cuerpo reacciona al estrés agudo preparándose para la batalla o la huida. A medida que agota sus reservas de glucosa, el cerebro intenta reponerlas, pensando que necesita combustible extra para luchar contra la amenaza y le impulsa a buscar algo dulce, salado o graso.

Por último, también merece la pena mencionar la alimentación por aburrimiento. Es cuando comer se convierte en una estrategia sólo para romper la monotonía. Mientras que el estrés o la alimentación emocional pueden parecer antojos intensos, este estilo de alimentación puede surgir sólo por costumbre o simplemente porque la comida está ahí.

Todas estas variantes comparten el principio común de que nos hacen comer por razones ajenas al hambre física y las necesidades nutricionales

Cómo gestionar

 

En primer lugar, es muy importante no menospreciar estas respuestas naturales. Son la forma que tiene el cuerpo de comunicar que necesita algo, que quiere sentirse bien o que requiere comodidad. Experimentar estos antojos no te hace débil ni tampoco satisfacerlos ocasionalmente. Sin embargo, comer emocionalmente puede convertirse en un círculo vicioso y poco saludable de culpabilidad y sentimientos de impotencia si es su principal mecanismo de afrontamiento emocional. Por eso es importante aprender formas más sanas de controlar y moderar estos comportamientos, como:

Distinguir la diferencia entre sus ‘hambres’

El hambre emocional suele aparecer de repente, con una sensación de urgencia y agobio. Suele ser antojo de determinados alimentos, que puede llevar a comer sin pensar o a comer muy rápido sin saborear la comida. Normalmente, este tipo de hambre no se sacia ni siquiera cuando el estómago está lleno, y a menudo provoca sentimientos de culpa o vergüenza después de comer. Empieza a diferenciar entre las señales físicas del hambre y las emocionales.

Identificar los factores desencadenantes 

¿Un plazo inminente le hace echar mano de las patatas fritas? Cuando se pelea con un ser querido, o se siente solo y triste, ¿se atiborra para acallar las emociones? ¿O tal vez tiene arraigados hábitos infantiles de recibir dulces cuando estaba disgustado? Sea lo que sea, es importante ser consciente de los desencadenantes específicos y empezar a hacer un seguimiento de cuándo surgen y cómo se responde a ellos. Puede intentar llevar un diario de los momentos en los que se siente impulsado a recurrir a alimentos reconfortantes y observar qué tipo de patrón surge.

Pausa y control 

A menudo, cuando surge la necesidad, la respuesta es casi automática y el resultado es un picoteo casi sin sentido. Intenta tomarte un momento para reflexionar cuando tengas un antojo.. Esto no es lo mismo que negarse la comida a la fuerza, sino más bien tomarse un momento para ver qué pasa dentro de uno y determinar si hay otra forma de abordar la emoción que está surgiendo. Lo que nos lleva a la siguiente estrategia.

Encontrar alternativas más sanas

Si te sientes triste o solo, intenta llamar a un ser querido o encontrar alguna otra fuente única de alimento emocional. Si estás estresado, pon tu canción favorita y sacude un poco esa energía nerviosa, o practica cualquier otra actividad física que te guste.. Si estás agotado, triste y estresado, intenta ser muy amable y practicar métodos para calmarte, como darte un baño o acurrucarte en una manta. Y si te aburres, intenta concentrarte en cualquier otra cosa que pueda entretenerte: un buen libro, una película, lo que sea.

Aceptación 

La mayoría de las comidas emocionales son una forma de escapar de las emociones de valencia negativa. Pero si te permites sentir esas sensaciones incómodas, notarás que suelen remitir por sí solas. Comer emocionalmente puede desencadenar sentimientos de impotencia ante la comida, pero en realidad está más relacionado con la impotencia ante nuestras propias emociones. Al ser más consciente y aceptar el amplio espectro de emociones, te vuelves más capaz de lidiar con ellas. y lo malo.

En resumen: es vital normalizar las conversaciones en torno a estos patrones alimentarios y ser amables con nosotros mismos mientras reconstruimos una relación más sana con la comida. Dejemos de juzgarnos y comprendamos que todo el mundo come a veces por estrés y que eso es normal. ¡totalmente normal! Si te mantienes consciente y compasivo, incluso cuando se desencadena emocionalmente, puedes empezar a modificar tu forma de afrontar las cosas y disfrutar más de la comida.
Si se trata de un tema con el que tienes dificultades, buscar ayuda profesional puede serte de gran ayuda.

Alimentación sana

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