Del cuero a la alta tecnología

En aquellos tiempos, es decir, hasta los años 80, los balones de fútbol tenían carácter: cuero de varias capas cosido a mano, a menudo con una abertura visible con cordones para volver a inflarlos. Cuando llovía, el material absorbía el agua, lo que hacía que el balón fuera más pesado, más duro y más impredecible. The Guardian informó hace 25 años de casos en los que antiguos profesionales, entre ellos un jugador del Celtic, atribuyeron a estos balones daños cerebrales posteriores. En aquella época, cabecear el balón requería no sólo habilidad, sino músculos del cuello como los de un levantador de pesas. Y cualquiera que hubiera pateado alguna vez un balón de cuero congelado en invierno sabía que ni siquiera las espinilleras podían absorber totalmente el impacto. La trayectoria de vuelo era a menudo caprichosa: a veces el balón flotaba hasta la esquina por casualidad, a veces simplemente se dejaba caer.

La introducción del cuero recubierto en la década de 1980, y más tarde de los materiales sintéticos, eliminó muchas de estas peculiaridades. Pero también trajo consigo nuevos retos: las superficies lisas podían hacer que el balón ondeara de forma impredecible a determinadas velocidades. Hoy en día, el objetivo es combinar precisión, control y durabilidad para que el balón se comporte de forma idéntica en todas las condiciones, ya sea bajo un sol abrasador, bajo la implacable lluvia inglesa o sobre césped helado.

Turbulencias de ingeniería

El viaje del balón no empieza en el campo, sino en el laboratorio. Aquí no hay porterías, sólo milímetros y gramos. Doce paneles idénticos garantizan una distribución perfecta del peso y trayectorias de vuelo estables. La soldadura de alta frecuencia de estos paneles garantiza la conservación de la forma incluso después de miles de golpes. Las costuras profundas y grandes no son estéticas: son estructuras calculadas con precisión que interrumpen el flujo de aire en puntos específicos. Crean vórtices mínimos que reducen la resistencia y mantienen la trayectoria de la pelota, especialmente en los golpes con efecto. Este principio se ha estudiado científicamente, incluso en la Universidad de Sheffield Hallam, lo que demuestra lo estrechamente relacionados que están hoy en día la aerodinámica y la sensación de la pelota.

La superficie está fabricada con poliuretano texturizado en 3D. Su fina estructura proporciona agarre para el control del balón y evita el deslizamiento en condiciones húmedas. Al mismo tiempo, mejora la estabilidad en vuelo y protege contra la abrasión. Un sistema de válvula especial, la válvula PAL (PUMA Air Lock), mantiene constante la presión del aire, incluso en múltiples sesiones de entrenamiento y partidos. Las líneas de neón de alto contraste del Orbita Ultimate PL no sólo son llamativas, sino que ayudan a los jugadores a orientar el balón y permiten que las cámaras de los árbitros y los sistemas VAR realicen un seguimiento preciso del efecto y la trayectoria.

Normas claramente definidas

Antes de que el Orbita Ultimate PL pueda tocar el terreno de juego, debe superar la certificación FIFA Quality Pro, el ciclo de pruebas más exigente del fútbol profesional. Los criterios exactos de las pruebas figuran en un manual de 21 páginas de la FIFA. No se trata sólo de valores básicos como la circunferencia (68,5-69,5 cm), el peso (420-445 g) y la presión del aire (0,6-1,1 bar). Los procedimientos estandarizados comprueban si el balón conserva su forma tras 2.000 disparos simulados contra una placa de acero, si rebota uniformemente al dejarlo caer desde dos metros, si no absorbe más del diez por ciento de su peso en agua y cuánto aire pierde en 72 horas. Cada una de estas pruebas debe superarse antes de que el balón pueda utilizarse en un partido profesional.

Las normas se endurecieron tras las polémicas suscitadas por las trayectorias de vuelo impredecibles, la excesiva absorción de agua o los rebotes erráticos. En el pasado, los balones recién introducidos fueron objeto de duras críticas en torneos internacionales y partidos de liga, sobre todo por parte de los guardametas, que expresaron abiertamente su preocupación. Hoy en día, cada modelo se prueba hasta eliminar esas sorpresas.

Cuando los jugadores del Liverpool y del Bournemouth pongan el nuevo balón en movimiento por primera vez, probablemente no pensarán en el desprendimiento de vórtices, la profundidad de las costuras o la estructura de la superficie. Pero sentirán que el balón hace exactamente lo que se supone que debe hacer: en cada pase, en cada centro, en cada disparo.